Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 1 Pedro 2:9
¿Alguna vez has escuchado a alguien que ha aceptado a Cristo como su Salvador y Señor referirse a sí mismo como “solo soy un pecador salvado por la gracia?” Si bien es cierto que nosotros somos hechos salvos por la gracia de Dios, Dios nos limpia de la culpa del pecado y nos hace hijos suyos y nos llama “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo escogido”. Aunque alguna vez fuimos pecadores, ahora somos solamente santos que eventualmente llegamos a pecar; personas que estamos en un proceso de restauración y limpieza continua. Cuando nos referimos a nosotros mismos como pecadores, negamos la verdad divina y abrimos la puerta para que el enemigo vierta sobre nosotros toda clase de sentimientos de suciedad y de condenación para mantenernos atados, por sus mentiras, al pecado, a vivir resignados en una vida religiosa, mediocre y que tiene poco o nulo impacto en sus estrategias.
La Escritura enseña que los dichos de nuestra boca revelan lo que existe en nuestro corazón. Aun cuando acudamos al trono de Jesús a recibir el perdón y Su gracia, si continuamos refiriéndonos a nosotros mismos como “pecadores salvos por gracia” nosotros mismos estamos declarando nuestra derrota. En Su Palabra, Dios nos llama “hijos de Dios”, “hijos de la luz”, “santos”. Si has aceptado a Cristo como tu Señor y Salvador ¡Tu eres Santo! Y si aún cometes algún pecado, solamente eres un santo que peca y no un pecador. Cuando pecamos, como santos, no tenemos un problema de identidad sino de nuestra conducta (Efesios 5:8) Nosotros nos convertimos en Santos al momento de nuestra salvación. Si nuestro corazón no entiende nuestra identidad en Cristo, como “Santos” y con nuestra boca confesamos que somos “pecadores” en vano será nuestra lucha en contra del pecado y del yugo o control que el enemigo tenga en las diferentes áreas de nuestra vida ya que nuestro corazón tendrá muchos problemas en reconocer que aun y cuando eventualmente pequemos, somos muy valiosos para nuestro Padre celestial.
Reconocer nuestra identidad en Cristo no es una cuestión intelectual, es una cuestión de revelación divina. El apóstol Pablo dijo que de hecho, nosotros necesitamos un “Espíritu de sabiduría y revelación” para conocer quienes somos, en donde estamos y que podemos esperar de Cristo (esperanza a la que nos ha llamado, la riqueza de su gloria entre los santos, y cuan grande es Su poder actuando a favor de nosotros) (Efesios 1:17-23).
¿Te has confesado a tu mismo como un “pecador salvo por la gracia de Dios”, han venido a tu vida sentimientos de acusación, condenación o has llegado a dudar de tu valor e identidad para con Cristo? Si es así, debes pedir al Señor que té de ese espíritu de revelación y sabiduría para reconocer que Dios no acepta a nadie por su conducta sino por la fe en la obra redentora y justificadora de Cristo, que para los que estamos en Cristo, no hay condenación y que a pesar de nuestras eventuales fallas, nadie tiene por qué decirte que tu no eres santo.
Tú eres santo en el nombre de Jesús, por Su gracia, por Su sacrificio y por el poder que lo resucitó de los muertos.
AMEN???
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